Continuamente algunos docentes se cuestionan sobre este tema ya que a veces pueden enconctrarse entre la espada y la pared.
Por una parte, como bien sabemos estamos llamados a la humildad y por otra debemos estar a la altura de este mundo para que esto nos permita entrar en espacios en los que podamos conquistar más almas para Cristo.
Pero esta duda nos hace caer en extremos; me ha tocado ver docentes de religión que en búsqueda de la humildad han llegado a niveles extremos, pues mantener la misma ropa pudiendo cambiarla, mantener lentes de más de 30 años, cuando es más que necesario cambiarlos, entre otras cosas me ha sorprendido.
¿Vanidad o estrategia?
En nuestro medio y en general en el mundo, la gente suele tratarte como te ven; por otro lado, sabemos que la imagen no es lo más importante pero ésta muchas veces puede ayudarnos a acercarnos a quienes nos necesitan, pero nuestra imagen podría generar más bien distancia.
La gente hoy en día busca más la belleza física, vive de apariencias; evidentemente no significa que nosotros debamos vivir del mismo modo, pero sí entrar en la dinámica de preocuparnos un poco más por nuestra imagen, no para aparentar sino para no asustar o alejar a los demás.
He conocido docentes a los que un consejo de cómo mejorar su imagen les ha dado buen resultado e incluso se han sentido más a gusto con ellos mismos y reforzado su autoestima y es que a todos nos gusta vernos a nosotros mismos bien y recibir un cumplido de los demás cuando realizamos un buen cambio en nuestra apariencia.
Con sorpresa también he conocido gente que por falsa humildad ha procurado no cuidar su imagen o renovar sus atuendos y esto definitivamente no es saludable para él ni para los demás, porque lamentablemente luego terminamos en el mismo saco todos.
Un buen arreglo personal, no con vanidad sino con amor propio, un atuendo según la ocación y acorde con los tiempos que vivimos, respetando el pudor y valores que practicamos, accesorios sobrios y que acompañan bien nuestra imagen, pueden generar un verdadero impacto en nuestros estudiantes, colegas y demás en general.
¿Qué puede pasar con nuestro cambio de imagen?
Imagínense: la profesora de religión que venía vestida aburrida, con un estilo de hace mil años que un día de buenas a primeras se presenta a la clase vestida sobria pero a la moda, con prendas que se usan en este siglo...eso dejará atónitos a sus estudiantes y aunque no lo crean, participarán, se le acercarán y hasta prestarán más atención a la clase, porque estarán atentos de cada movimiento que realice.
O que tal que un día el profesor de religión que siempre asistía a clases con la misma camisa a cuadros, con lentes súper antiguos y peinado de costado, de pronto viene a clases con lentes nuevos a la moda, corte de este siglo, camisa de color entero o hasta cambió los cuadros de todos los días por las rayas, el pantalón no tan ancho y grande...es que eso para los chicos es el logro del siglo.
El hábito no hace al monje: ¡pero ayuda mucho!
No pretendo decir que debemos fijarnos en cómo nos quieren ver los demás y dependamos de eso, para nada; lo que pretendo decir es que también es bueno ver cómo va el mundo y ser astutos, de modo que no nos presentemos como bichos raros, sino que entremos en el mundo de los demás sin perder nuestra personalidad, para que con esto permitamos más bien el acercamiento tanto nuestro como el de los demás y podamos faavorecer espacios de diálogo y lograr poco a poco la confianza debida para cumplir nuestra misión evangelizadora.
Es totalmente cierto que el hábito no hace al monje PERO AYUDA MUCHO.
Que tengas un excente día y si es tiempo de una renovación de imagen o hasta cambio de loock no dejes de hacerlo, verás qué bien te sentirás y alegrarás a aquellos que te estiman; pero si eres de aquellas personas que buscan siempre renovarse felicitaciones, comparte este buen gusto con aquellos que lo necesitan, siemrpe con caridad y explícales que hasta por astusia en la evangelización conviene hacerlo.
Shalom!
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