Hay una realidad que en nuestra Iglesia -sobre todo peruana- que deberíamos considerar para salir al encuentro de nuevas propuestas, nuevos horizontes: los jóvenes en la Iglesia.
Cuando decimos "jóvenes" muchas veces se puede cometer el error de meter en un mismo saco a: púber, adolescente, joven, adulto soltero, entre otros.
¿Es lo mismo decir jóvenes que adolescentes?
Cuando hablamos de "jóvenes" en realidad estamos hablando de gente que ya tiene mínimo 19 años; es decir, debemos diferenciarlos de los adolescentes pues no tienen la misma realidad ni los mismos intereses; ya no están en el colegio, algunos ya son universitarios, es posible que dada la situación económico de latinoamérica tengan que trabajar para solventar sus gastos -entre ellos sus propios estduios, en fin, una gran diferencia que viene con la edad y responsabilidades que no son jamás las de un adolescente.
¿Fuga de talentos en nuestras parroquias?
Lamentablemente en la realidad de nuestra Iglesia sólo hay lugar para adolescentes cuando hablamos de "jóvenes" y esto genera que al no tener la misma realidad los jóevenes de 19 años en adelante poco a poco no encuentren espacios apropiados para ellos y terminan abandonando sus grupos o comunidades parroquiales.
Por ello, es muy fácil ver en las parroquias a niños, adolescentes, adultos o incluso ni adultos sino de frente adultos mayores, hay una brecha en la que la población joven se pierde; así como se habla de fuga de talentos en el ámbito laboral y profesional, también deberíamos consider esta realidad en nuestras parroquias.
Muchos de esos jóvenes luego son adultos lejos de la parroquia, que en un momento se sintieron bien pero que vieron poco apoco que eso se quedaba en una etapa del pasado y que ya no tienen más espacio, que volverán cuando sean adultos mayores; pero ¿y toda esa energía a dónde se va?, ¿en qué gastan sus años, juventud, proyectos, fuerza, profesión y demás cosas?: en sus proyectos personales, familiares, profesionales, los cuales no encuentran espacio en sus parroquias ya que no encuentran comunidades para sus realidades y edades.
Necesitamos nuevos espacios
Considero que es de gran importancia lograr que esta población valiosa no se pierda, debemos idear un camino diverso de formación y vida comunitaria para gente de esta edad, muchos son profesionales que aportan a la sociedad, pero qué bello sería que aporten como cristianos comprometidos en el mundo con su profesión o capacidad, de modo que se viva el evangelio cada día en lo cotidiano y puedan contar con una comunidad en la que se saben queridos, encuentran hermanos y sobre todo, propiciando espacios de encuentro con Dios.
Los grupos de amigos jamás pueden suplantar a los hermanos que uno puede tener en comunidad; la comunidad es el "descanso del guerrero" pero para ello deben haber comunidades que acojan a jóvenes con procesos y propuestas diferentes que respondan a sus necesidades y realidad.
Ojalá y pronto podamos ver nuestra Iglesia cada vez más poblada por jóvenes, no sólo de adolescentes, porque con ellos gracias a Dios siempre contaremos, sino poblada de jóvenes: estudiantes, trabajadores, profesionales e incluso parejas jóvenes que apuestan por el amor y el matrimonio.
Ojalá tú que eres joven si te viste reflejado en este artículo puedas tener la iniciativa de emprender este reto en tu parroquia y poco a poco podamos ser más jóvenes en la Iglesia, capaces y dispuestos al cambio, pues nuestra juventud, profesión, experiencia y capacidad nos puede ayudar a lograr aquello que anhelábamos cuando éramos adolescentes, aquellos cuando nos encontramos con Aquel que nos amó y sigue apostando por nosotros.
Que tengas un excelente día y puedas pasar el reto a muchos, el resultado depende de nosotros.
¡Shalom!
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